Y lo peor de todo
es no conocer al culpable.
Miramos a la derecha, a la izquierda,
hacia delante, atrás
y eso sí, nos desconocemos:
¿acaso queremos dormir
hasta quedarnos dormidos completamente?.
Es probable que no haya nadie,
que solo sean las diez de la noche,
que acabe de aparecer el otoño
detrás de esas gelatinosas nubes
haciendo invisibles las sombras.
Guardamos bajo sábanas las manos
si el fresco las enfría,
alrededor el calor desprendido
y la culpa, la verdadera culpa,
se evaporará derretida
en una pesadilla,
dejándonos en paz por un instante.
3. Tímidamente
