Un cuerpo la piel blanca protege de la muerte,
tan fina, que se rompe
en trazo perlados de frío,
tan real, que no invade ni escapa el agua líquida.
Siente, ahora tú duermes,
reaccionas con una luna
derretida en los brazos,
inconscientemente dormida
al calor del deseo puro.
Una manta deshilachada
calienta tus latidos
sin pedir nada a cambio,
sin rogar de rodillas, sin palabras.
Sueña, descansa tu gran cuerpo de oso
en el vientre del sueño.