En el valle, sobre el nivel del mar,
donde conchas marinas fósiles
y esqueletos de saurios encallados,
testigos de la misma tierra,
de la fuerza con que la misma tierra
siempre considera su suerte
en el reino del purgatorio.
En el valle frondoso
de celulosas húmedas,
impregnadas de la belleza lúcida
que arde en cada rincón
de inmortal existencia.
Pero nada más hermoso
que despertar una mañana
y descubrir que estamos vivos.