Y bostezo, sin ropa que tender,
el cielo de repente se oscurece
y son las cuatro de la tarde,
bostezo sin envidia,
ni sirve para nada
ni a nadie beneficia.
Y lagrimeo sin llorar, hoy no,
de todas formas lloverá
y la tierra se mojará
y el polvo gris se escurrirá
de sobre aceras, fachadas y nidos.
Gira la rueda de la vida
y atados a ella bostezamos.
Se barajan las cartas
sobadas y pringosas
y de ellas esperamos el antídoto
a nuestra amarga angustia,
así, serios como un entierro
pero sin muerto que velar.
Tal como viene la luna se va,
hoy invisible, mañana redonda.
Corren mis piernas ligeras al paso,
saltan un bache divertidas,
remontan la empinada cuesta,
nubes negras no las detienen,
vuelan más que caminan,
brillantes, fuertes y conmigo encima.