Es viscoso, resbala entre las piernas,
baja por las rodillas, cosquillea,
alcanza el vello de las pantorrillas,
llega hasta los talones, se entretiene,
aísla los pies y los rodea lentamente,
se extiende sobre el suelo embaldosado
(estoy aquí clavada como un palo)
y cada vez ocupa más lugar,
roza los muebles de la habitación
y sigue su camino alrededor,
se topa con las paredes cuadradas,
avanza, la rendija de la puerta
le muestra la frontera del afuera
y hacia la calle dirige su charco,
todo lo prueba, nada le retiene,
nada, muerto de sueño, de cansancio,
él, ya lejano, sólo quiere hallar
la plenitud de amar y ser amado.
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