De allí de donde venimos es la lluvia, algunas veces, una gota realmente intensa hacía un agujero redondo en el paraguas, la hierba verde se saciaba y resbalaba bajo los zapatos de madera. De allí era el fin de la Tierra protegido por acantilados, más lejos, lo incierto, la nada. ¿De dónde somos hijos?. Recuerdo que íbamos a perder las costumbres, la lengua, la ciencia del misterio; todavía no teníamos sentido pero las maletas se llenaban de ropa con olor a vaca, entonces nos engendraron lejos del lecho de heno, nos parieron bajo luces ensordecedoras, pero nacimos, y tal vez, si comprendemos la necesidad que una semilla tiene del aire, de los insectos, de la tierra fértil, y así, podemos perdonar que el agua que nos alimenta no sea el agua pura y cristalina que por casualidad no bautizó nuestras frentes, enfrentados al conocimiento de un mundo abierto, así tal vez sepamos de dónde somos almas.
(A Manuel Pérez Hervella)
