Nos sacuden tus palabras heladas, tu certeza desnuda y amplia es más cercana, todavía, que la lentitud sospechosa de las hojas que caen. Somos espinas clavadas en la próspera carne de un sueño; entretejidos buscamos bajo los clavos y las nubes y allí, inoportunos, premeditadamente cara a cara, ni el engaño de estar viviendo nos podrá liberar de la estatura de las apariencias. Levántanos si puedes y pega con saliva unas alas endebles entre nuestras espaldas; quizás así, tras aplanar el vuelo y abalanzarnos sobre la carroña, podamos ver elevando la mirada, más allá de tu presencia, una tenue luciérnaga.