De tanto en tanto en el alféizar
se asomaba una mariposa,
no entraba, no, observaba la ventana
de paredes desnudas
y flores imposibles,
sus alas de colores
alumbraban el corazón
hambriento de la luz del dos de copas,
insensatez al vuelo,
aire en su alma de polvo mineral.
De sonrojadas motas,
era una mariposa feliz ella,
de una ventana blanca enamorada.
(A Pedro Agudo)