Así pues, bajé al infierno, allí donde te queman las pestañas con vapores de desprecio; mientras estuve allí, eramos muchos los que nos despedíamos del amor con odio o hacíamos añicos el espejo de la esperanza y nunca estuve tan prolongada ni mi sombra se notó menos. Pero no era un lugar agradable a pesar de todo y empujé hacia la salida con el presentimiento de que ser feliz es cuestión de abrir la puerta que te lleva hacia arriba.